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Los dramáticos hechos ocurridos en
distintas ciudades de Bolivia, la
renuncia del Presidente de ese país, y
las expresiones de euforia trasmitidas
por la televisión dan una idea clara de
lo que ocurre en el altiplano de nuestro
continente, y arrojan experiencias que
habrá que sopesar hacia adelante. |
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Clásicamente se definió al fascismo
como la dictadura terrorista de los grandes monopolios con apoyo de masas. De
alguna manera esa formulación cabe en lo que ocurre hoy en Bolivia. Más allá de
especulaciones formales, se debe reconoce que allí se ha producido un Golpe de
Estado, de resultas del cual ha sido depuesto un Mandatario electo por el
pueblo.
Analistas políticos aseguran que los hechos se iniciaron el pasado 20 de
octubre, cuando tuvieran lugar los comicios presidenciales que arrojaran la
victoria electoral del MAS. Eso, no es exacto. Si nos atenemos a la historia,
recordaremos que la oligarquía boliviana, encabezada por la familia Patiño,
retuvo en sus manos el Poder por muchos años liderando la clásica “rosca”
oligárquica que comenzó a agonizar con la insurgencia popular de Siles Suazo y
Paz Estenssoro en 1952. A partir de allí, sucesivos regímenes populistas se
alternaron con brutales dictaduras militares, como las de Hugo Banzer y Luis
García, o administraciones civiles de manufactura yanqui como la de Gonzalo
Sánchez de Losada.
Podría decirse que en la Patria de Pedro Domingo Murillo pugnaron siempre
fuerzas contrapuestas: los ricos, propietarios de campos y de minas; y los
pobres, en su inmensa mayoría productores cocaleros o trabajadores mineros. Esa
lid, generó un clima de inestabilidad constante, que sólo concluyó con el
ascenso de Evo Morales en el 2005. A partir de allí, la lucha tomó otro
carácter.
La élite desplazada en esa circunstancia se batió en retirada no sin hacer desde
un inicio tenaz resistencia. Aún se recuerda que alentó incluso planes
separatistas arguyendo que la población de Santa Cruz no era “indígena”. Fue en
esa circunstancia, cuando el racismo subyacente se expresó abiertamente, quedó
claro que ese segmento de la población no estaba dispuesta a vivir bajo el
gobierno de “un indio”. Así fue considerado Evo desde un inicio.
La gestión del MAS fue, sin embargo muy eficiente. Mantuvo la economía
estabilizada, y sin crisis. No conoció la inflación, el desempleo ni la perdida
de la capacidad adquisitiva de la población. Por el contrario, numerosos
programas sociales fueron implementados exitosamente; y la austeridad y la
honradez se convirtieron en el lema principal de su gestión. Evo revertió los
beneficios derivados de la explotación minera asegurando que el 83% de ellos
quedara en el país en tanto que solo el 17% se fuera en provecho de las empresas
extractivas. Así, la educación y la salud se tornaron gratuitas, y fue posible
dejar atrás seculares problemas de pobreza. Más allá de las cifras, sin embargo,
su gobierno dio a la población tradicionalmente expoliada, sentido de Patria.
Al convertirse Bolivia en un Estado Plurinacional, fueron reconocidas
colectividades históricamente marginadas, que asumieron funciones de Gobierno y
de Poder. Eso, era mucho más de lo que la rancia oligarquía Boliviana, y el
Imperio, estaban dispuestas a tolerar. Esa es la razón del Golpe.
Hoy Bolivia es una potencia continental. Tiene riquísima minería, pero también
inmensas reservas de gas. Los yacimientos de Litio superan todas las previsiones
en tanto que la explotación de recursos y las conquistas sociales de la
población constituyen garantía de progreso y desarrollo.
El Golpe, liderado por Luis Fernando Camacho, Zvonko Matkrovic, Marco Pumares y
Carlos Mesa, fue preparado con larga data. Se activó recientemente, pero fue
producto de un prolijo plan elaborado con el apoyo de servicios de inteligencia
de los Estados Unidos e Israel, y estuvo vinculado a grupos terroristas que
operaron clandestinamente en el país desde los primeros años del nuevo siglo.
Por eso se valió de destacamentos provistos de armas hechizas y otras de fuego,
atacó viviendas, secuestro personas, incendió locales e impulsó diversas
tropelías que aún no cesan. Ellas ponen en peligro real la libertad y la vida de
Evo Morales, y de sus colaboradores más inmediatos
Los vencedores de hoy no tendrán un camino fácil por delante. No podrán disponer
de las riquezas del país a su antojo, ni beneficiarse impunemente de su
patrimonio. No podrán, tampoco, arrancar las conquistas logradas por la
población, ni arrasar los derechos conquistados por los trabajadores, ni
doblegar a las poblaciones originarias. Para intentarlo, requerirán de una
brutal dictadura que será resistida por el pueblo. Habría que decir, entonces,
que la lucha, recién comienza. El fascismo, en carne viva, podrá mostrar toda su
barbarie; pero el legado de Tupac Katari y Bartolina Sisa, no será doblegado.
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